Descubierta en 1905 por José Bullón Lobato, un humilde campesino que buscaba guano para fertilizar sus tierras, la cueva reveló sus secretos ocultos al mundo gracias a la curiosidad y la perseverancia de este hombre visionario. Tras sus primeras incursiones en las profundidades de la gruta, Bullón nombró al enclave "Cueva de los letreros", antes de que su nombre fuera cambiado a "La Pileta", en honor al cerro que la alberga.
El hallazgo pronto atrajo la atención de destacados exploradores y estudiosos, como el coronel retirado Willoughby Verner, quien, fascinado por las historias sobre la cueva, se aventuró a investigar sus misterios en los años siguientes. Junto a un distinguido grupo de científicos, entre ellos Henri Breuil y Hugo Obermaier, Verner desentrañó los secretos de la Cueva de la Pileta, cuyas pinturas rupestres, datadas del Paleolítico, revelan la asombrosa habilidad artística de nuestros antepasados.
El arte parietal que adorna las paredes de la cueva ofrece una ventana única al pasado, con representaciones vívidas de cérvidos, caballos, peces, cabras y toros, así como figuras abstractas y signos indeterminados que despiertan la imaginación. Este impresionante conjunto de arte rupestre, de estilo francocantábrico, desafía las fronteras temporales y geográficas, ofreciendo valiosas pistas sobre la expansión del arte paleolítico más allá de sus áreas tradicionales de desarrollo.
Pero la Cueva de la Pileta no es solo un museo de arte prehistórico; también es un testimonio vivo de la evolución geológica de la región. Ubicada en la majestuosa Sierra de Grazalema, esta maravilla natural ha sido moldeada a lo largo de milenios por la acción erosiva de los elementos, creando un laberinto de galerías y salas adornadas con impresionantes formaciones estalagmíticas y estalactíticas.
La prolongada presencia humana en la cueva se refleja en las numerosas capas de ocupación arqueológica que se han descubierto, que abarcan desde el Paleolítico hasta el Neolítico. Las fases de ocupación paleolítica, como el Solutrense medio y el Magdaleniense Superior, se caracterizan por las elaboradas pinturas rupestres y los artefactos líticos descubiertos en el interior de la cueva, mientras que las manifestaciones neolíticas revelan una nueva fase en la historia humana, marcada por el desarrollo de la cerámica y las prácticas agrícolas.