Aunque fue proyectado y cimentado durante la dictadura de Primo de Rivera, su construcción se interrumpió durante la Segunda República. Fue el Conde de Vallellano, entonces Ministro de Obras Públicas, quien asistió a su inauguración oficial en los años 50. Sin embargo, no sería hasta 1968, cuando se asfaltó la carretera a Fuente Palmera, que se potenciarían las conexiones con la campiña, haciendo del puente un recurso esencial para los viajes y el comercio local.
A diferencia de otros puentes en áreas remotas, el de Posadas se encuentra en un entorno próximo a la población, integrándose en el día a día de la región. Y como toda obra que forma parte de la vida cotidiana de un pueblo, el puente no tardó en inspirar su propia leyenda, producto de la imaginación y el humor característico de la cultura local.
La Leyenda del Puente “al Revés”
Según el relato popular, una discrepancia surgió entre el ingeniero responsable del puente y la opinión pública sobre la ubicación de la estructura. La leyenda cuenta que, la noche antes de su entrega oficial, unos seres invisibles y “maléficos” levantaron el puente de sus estribos y lo giraron al revés. Así, el puente quedó en el lugar originalmente decidido por el ingeniero, complaciendo a ambos bandos de esta forma tan mágica e insólita. Esta anécdota humorística ha convertido al puente en una atracción especial, con un toque de misterio que refleja la creatividad de los habitantes de Posadas.
Hoy en día, el puente no solo cumple su función como conexión entre Posadas y la campiña, sino que además, con su peculiar historia, se ha ganado un espacio en la identidad cultural de la región. Un paseo por él permite no solo apreciar el paisaje del Guadalquivir, sino también conectar con el legado de generaciones pasadas que supieron transformar una obra de ingeniería en una pieza viva de la memoria y el folclore local