La historia de la Ermita se remonta a los momentos tumultuosos de la conquista cristiana de la región en 1485. Construida sobre antiguos vestigios de ocupación árabe, la Ermita ha sido testigo de los vaivenes de la historia local, siendo un faro espiritual que ha guiado a generaciones de cartameños en tiempos de tribulación y celebración.
El acceso a la Ermita comienza con una ascensión gradual a través de un atrio irregular, flanqueado por un mirador que ofrece una vista panorámica impresionante de Cártama y el valle del Guadalhorce. La entrada principal, destacada por un arco de medio punto y un entablamento con el anagrama de María, invita a los visitantes a adentrarse en un espacio donde el arte y la fe se entrelazan de manera sublime.
El interior de la Ermita revela una sola nave cubierta por una bóveda de medio cañón, adornada con dorados fajones y medallones centrales que sostienen escudos imperiales. Las paredes están salpicadas de cartelas de hojarasca dorada, que enaltecen el nombre de María en un festival de luz y color. Los detalles arquitectónicos como los florones centrales y los pinjantes con emblemas marianos añaden un carácter sagrado y ornamental al ambiente.
El presbiterio, con su bóveda semiesférica sostenida por pechinas pintadas con los Evangelistas, es el corazón espiritual de la Ermita. Un camarín-torre adosado al presbiterio alberga la venerada imagen de Nuestra Señora de los Remedios sobre un templete de plata, destacándose por su arquitectura hexagonal y su exuberante decoración vegetal y dorada.
El arte barroco de la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios no solo se limita a su estructura física, sino que se extiende a las festividades que honran a la Virgen cada año. El 22 de abril, la Virgen desciende de su santuario hacia la parroquia de San Pedro Apóstol, marcando el inicio de las celebraciones que iluminan Cártama con alegría y devoción. Durante este período festivo, la comunidad se une en procesiones solemnes y festivas, llevando a la Patrona en su trono por las calles empedradas, acompañados por el canto de cánticos y el fulgor de las velas.
