En 1982, el convento fue demolido y los restos de la iglesia se convirtieron en el actual Teatro del Carmen.
En 1591, los frailes carmelitas lograron fundar el convento en Vélez-Málaga gracias a la colaboración de la Cofradía de San José de la Soledad, estableciéndose inicialmente en una ermita y unas casas colindantes que adquirieron. Durante el primer cuarto del siglo XVII, se edificó el convento siguiendo los parámetros estilísticos del manierismo.
En el siglo XVIII, se realizaron obras de modificación y ampliación, pero en el siglo XIX el convento entró en decadencia y deterioro irreversible debido a la invasión francesa y a dos desamortizaciones: una temporal en 1821 y la definitiva en 1835. Estos eventos causaron drásticos cambios de uso en las dependencias conventuales, aunque la iglesia permaneció abierta al culto hasta principios del siglo XX, cuando pasó a ser teatro.
En 1982, el convento fue demolido y los restos de la iglesia continuaron deteriorándose por la falta de uso desde mediados de los años 1950. Los restos conservados del antiguo convento se han convertido en dos unidades bien diferenciadas: la iglesia, actualmente el Teatro del Carmen tras una rehabilitación, y el claustro del convento, que forma parte de un complejo residencial.
La antigua iglesia es una construcción de planta longitudinal separada en tres naves por robustos pilares de sección rectangular con esquinas ochavadas, sobre los que voltean arcos formeros de medio punto. Los dos arcos más cercanos a lo que fue el presbiterio, hoy el escenario, son de mayor altura y luz.
La nave central se cubría con una armadura de tradición mudéjar tipo par y nudillo. Los restos más importantes, una armadura de cuatro paños con lazo en el harneruelo, se encuentran en la estancia que fue el coro alto. En el resto de la nave permanecen cinco parejas de tirantes, aunque ya no cumplen su función sustentante. Los vestigios de decoración mural, que incluyen pinturas, aparecen en distintos lugares del interior y exterior, con la cifra "686" que data esa ornamentación.
La fachada principal, orientada al este y abierta a la Plaza del Carmen, conserva la portada original de piedra arenisca, con un arco de medio punto flanqueado por pilastras y un entablamento con triglifos y metopas, rematado por una cornisa con volutas en los extremos. La fachada de la nave central de la iglesia ha sido recuperada y reinterpretada con elementos como una hornacina sobre la portada y una retícula coloreada, respetando los restos de las pinturas murales originales. Los muros exteriores de las naves laterales ahora presentan cortinas de vidrio, facilitando la comunicación visual con el interior y creando efectos especulares.
El claustro, conocido como Patio de la Meditación, fue desmontado y reconstruido hasta la altura de la cornisa cerca de su ubicación original, aunque a un nivel inferior, colindante a la nave del evangelio de la iglesia. De planta cuadrada, cuenta con cinco arcos de medio punto en cada lado apoyados sobre pilares cuadrados. Los sillares de las arquerías y las enjutas presentan un almohadillado rústico de estilo manierista.
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