Durante el siglo IX, Al-Ándalus estaba gobernado por los omeyas, una dinastía musulmana que había establecido su dominio sobre la península ibérica. Sin embargo, en algunas áreas del sur de la península, especialmente en zonas montañosas y remotas, las poblaciones cristianas nativas, conocidas como mozárabes, mantuvieron sus propias tradiciones y prácticas religiosas.
En este contexto, en el año 880, un líder mozárabe llamado Omar ben Hafsún inició una rebelión contra el gobierno omeya desde Bobastro, una fortaleza situada en las montañas de la actual provincia de Málaga. Ben Hafsún logró reunir a un gran número de seguidores y estableció un principado independiente en Bobastro, desafiando la autoridad de los gobernantes musulmanes y atrayendo a otros grupos de población mozárabe que se unieron a su causa.
Bobastro se convirtió en el centro de la resistencia mozárabe durante varias décadas, y la fortaleza fue ampliada y fortificada para protegerse de los ataques de las fuerzas omeyas. La rebelión de Ben Hafsún representó un desafío significativo para el gobierno omeya y contribuyó a debilitar su autoridad en la región.
Sin embargo, la rebelión de Bobastro finalmente fue sofocada por las fuerzas omeyas, que sitiaron la fortaleza durante varios años antes de finalmente conquistarla en el año 928. Omar ben Hafsún fue derrotado y capturado, y la fortaleza fue destruida como castigo por su rebelión.
A pesar de su derrota, la rebelión de Bobastro tuvo un impacto duradero en la historia de Al-Ándalus y en la memoria colectiva de la región.
