Estudios realizados por Soledad Navarrete en 1976 y Carmen Olaria un año después, han arrojado luz sobre estos sitios neolíticos. La Cueva de los Botijos, también llamada "Cueva de los Cacharros", se encuentra a 230 metros sobre el nivel del mar y tiene una longitud de 312 metros. Su entrada se ubica en una dolina cerca de la cumbre de la Serrezuela, con un recorrido sinuoso entre bloques y fracturas.
El hallazgo de materiales en esta cueva ha sido abundante, especialmente en la "Sala de las Pulseras", donde se han descubierto cerámicas neolíticas de alta calidad, como vasos decorados y cuencos semiesféricos. Las asas-pitorro, mamelones y asas de cinta son características distintivas de las piezas encontradas, junto con decoraciones de cordones, impresiones y motivos incisos.
El material lítico es escaso en comparación con la cerámica, pero se han encontrado hachas y azuelas pulimentadas, así como herramientas de sílex de sección triangular. Un aspecto destacado son las pulseras de mármol, con diversas formas y decoraciones, junto con colgantes de hueso, sugiriendo un posible uso funerario en el sitio.
Estos descubrimientos proporcionan una visión única del pasado neolítico en la región, ofreciendo pistas sobre las prácticas culturales y la vida cotidiana de las comunidades prehistóricas en Benalmádena. La investigación continua en la Cueva de los Botijos y otros yacimientos arqueológicos es esencial para comprender mejor nuestra historia y preservar nuestro patrimonio cultural.